Y navega el Teatro.
En el pensamiento de que en tiempos
convulsos no hay mejor panacea que el arte, seguimos agarrándonos a uno de sus
máximos exponentes: el teatro, para hacer más leve la marejada que nos empuja
contracorriente; y para que, pese a los sinsabores
de los tiempos que vivimos, abramos de nuevo nuestro singular espacio para reinventarnos
y reavivarnos, para soñarnos en otros mares, para acordarnos de que existe otra realidad más allá de la que
vivimos a través de la imagen distorsionada de nuestras máscaras mundanas.
Las crisis, las conocidas, las
sospechadas y las no visibles, siguen azotando la vida; o sea: al teatro. Pero como
este arte las conoce de siempre porque de ellas se nutre para persistir e
insistir en su intención verdadera de ser espejo y reflejo del mundo y de sus
inquietudes, lejos de dejar de nadar para alcanzar la orilla, despliega sus brazos
en el FIT, refugio de la exhibición, de la concordia, de la integración y del
pensamiento crítico entre las gentes que participan o ejercen en esta bendita
profesión, para seguir rumbo a las búsqueda de puertos favorables para la vida.
En Cádiz, puerto de salida,
tenemos el privilegio de ser testigos, de conocer de primera mano otras formas
de entender el mundo a través del teatro, de saborear voces con ricos acentos
de una misma lengua, de deleitar con nuevas propuestas artísticas, y de crecer con
discursos escénicos estéticos y éticos, que sirven para relax del alma y
alimento de la conciencia.
Desde 1986, Cádiz viene
organizando y celebrando este acontecimiento cultural de primer orden, y lo
hace porque lo considera necesario y oportuno pese a los avatares de las crisis
que nos rodea y contra el viento y las mareas que nos azotan.
Tal vez no tengamos el trapío de
otros tiempos, pero aún nos quedan velas suficientemente fuertes para seguir en
la travesía.
Disfrutemos de la singladura.